martes, 9 de julio de 2013

Cali, y "su" grito de independencia el 3 de Julio de 1810 ... . Por Germa´n Patiño y Luis Antonio Cuéllar. EL PAÍS, Cali / Historia por revisar ...

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Cali, y "su" grito de independencia el 3 de Julio de 1810 ... . Por Germán Patiño y 
Luis Antonio Cuéllar. EL PAÍS, Cali / Historia por revisar ... 
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NTC ... ACTUALIZACIONES Y SEGUIMIENTOS a JUNIO 3, 2014: 



De: javier tafur gonzalez 

Fecha: 2 de julio de 2014, 9:39
Asunto: Arenga de Joaquín de Cayzedo y Cuero, el 3 de Julio de 1810
Para: CCO  
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Queridos amigos:

Quiero compartir con ustedes estos importantes documentos * de la Historia
de Cali, es especial La Arenga de  Joaquín de Cayzedo y Cuero que precede
al Acta del cabildo del 3 de Julio de 1810, y aclara los motivos, alcances y 
propósitos que conducirán a la unión de las Ciudades Amigas del Valle del
Cauca y la guerra de Liberación de España.
 
Un saludo.
 
Javier Tafur González , http://tafurgonzalezasociados.org/ Miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca
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Al Margen

De German Patiño

German Patiño
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En EL PAÍS, Cali, ... 

Días de lucha
Cuando esta columna aparece en cercanías del 3 de julio se vuelve un ritual casi obligado: debe controvertir a los malos historiadores que crearon un mito según el cual en Cali se proclamó la Independencia el 3 de julio de 1810.
Hay que decirlo una vez más: en esa fecha no se produjo ninguna declaración de independencia de España por parte del cabildo caleño y tampoco de su presidente, Joaquín de Caicedo y Cuero. Por el contrario, lo que se reafirmó fue la lealtad a la corona española y al “bienamado” rey Fernando VII, como se puede leer textualmente en el acta que da cuenta de lo sucedido en la sesión extraordinaria de ese día.
¿De dónde salió entonces la especie que todos los años congrega a autoridades alrededor de la celebración de una supuesta ‘independencia’, que nunca fue? Del hecho de que la declaración del cabildo de Cali en su sesión extraordinaria del 3 de julio se embolató en el archivo nacional y también a que no se conservó en el Archivo Histórico de Cali, circunstancia que fue aprovechada por algunos aficionados a la historia que, henchidos de amor por su patria chica se la imaginaron como ‘precursora’ de la independencia en Colombia, y se dieron a la tarea de propalar aquella suposición por todos los medios, sin que nadie se atreviera a controvertirlos.
Como el acta del 3 de julio estuvo perdida 180 años, hasta que el historiador José Tomás Uribe la encontró en el Archivo Nacional y además quienes sostenía la barbaridad de la ocurrencia de un movimiento independentista eran personas respetables agrupadas en la academia vallecaucana de historia, nadie tuvo el coraje de dudar de aquellas afirmaciones estrambóticas, con excepción de este columnista y unos pocos historiadores más.
Desde luego, cuando apareció el Acta, los sostenedores del mito lo primero que hicieron fue dudar de su autenticidad y pidieron la realización de pruebas técnicas para certificarla. Hechas las pruebas que garantizaban la veracidad del documento, y pese a que pone en evidencia que no hubo tal “grito de Independencia en Cali”, no han tenido hasta ahora la decencia intelectual de reconocer el error en el que incurrieron durante años y continúan propalando falsedades alrededor del proceso de independencia en Cali y el Valle del Cauca.
Su visión de la historia es clasista y busca entronizar en el panteón de próceres a personajes que pertenecieron al reducido grupo social de hacendados esclavistas, fieles a la corona española y serviles adoradores del monarca español, Y lo siguen haciendo pese a la evidencia documental, que es abrumadora, con una tranquilidad que hace dudar de que estén en sus cabales.
De paso desconocen los esfuerzos de otros poblados, en especial de Mompox, que fue la única ciudad de lo que hoy es Colombia que declaró la independencia absoluta de España y de cualquier potencia extranjera, el 6 de agosto de 1810. El hecho lo reconoció Simón Bolívar, en su momento, y bastante después el general Tomás Cipriano de Mosquera.
Cali lo que hizo fue una declaración de autonomía provincial en el marco de la fidelidad al rey y a España, que fue importante, pero no era la independencia.
Una buena acción de gobierno, para restablecer la verdad histórica tantas veces maltratada, sería distribuir en colegios oficiales y privados el texto del acta de la sesión del cabildo de Cali del 3 de julio de 1810, que todos debiéramos conocer.
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La revisión
Celebro que el Presidente de la Academia de Historia del Valle, Luis Antonio Cuéllar, se haya ocupado de mi columna relacionada con los sucesos del 3 de julio de 1810 en Cali.
En especial porque él concluye: “Que no hubo Grito de Independencia en el Acta (del 3 de julio), estamos de acuerdo”. ¡Bravo!, aunque se trata de algo obvio, basta leer el texto del acta del 3 de julio para enterarse y llegar a esa conclusión sin mayor esfuerzo. Lo más importante, sin embargo, está por venir: revisar los escritos de los académicos que dieron origen a esa mitología independentista, comenzando por la obra de Demetrio García Vásquez. Al menos el Presidente de la academia, luego de aceptar que no hubo tal grito de independencia en Cali el 3 de julio de 1810, está obligado a ello.
Entre otras cosas porque él, en su escrito, desliza una sospecha, o mejor, plantea una hipótesis que no prueba, según la cual, los cabildantes de Cali en 1810 no se atrevieron a declarar la independencia por temor a represalias de las autoridades españolas. Ellos querían la independencia, pero temían por su vida y la de sus familias. Habría sido “una insensatez temeraria”, afirma.
Pero la verdad es que luego de la batalla del Bajo Palacé, rota toda posibilidad de entendimiento con el gobernador Tacón, tras varios muertos y abundante sangre de por medio, los criollos de Cali y el valle del río Cauca continuaron jurando fidelidad a Fernando VII, lealtad a la Corona y adhesión a España. Así consta en todas las actas suscritas por la Junta de Ciudades Confederadas. Y en el testamento de Joaquín de Caycedo, escrito en Pasto antes de su fusilamiento, él proclama que siempre fue y que morirá siendo realista y fiel a Fernando VII. Quedan, además, muchas de sus cartas para confirmarlo.
Así que, en sentido estricto, batallas como la del Bajo Palacé no fueron una batalla por la Independencia, sino el enfrentamiento entre dos bandos realistas, unos de ellos autonomistas y otros ‘regentistas’, pero ambos jurando fidelidad a la corona española. Los que combatieron al gobernador Miguel Tacón se sentían “tan españoles como los hijos de Don Pelayo” como lo afirmó Camilo Torres en el Memorial de Agravios. Ellos buscaban acceder a los privilegios y prerrogativas que estaban reservadas para los nacidos en la Península, pero querían seguir ligados a España, pues se sentían españoles y no criollos.
Ahora bien, este malestar de los descendientes de españoles nacidos en América y su oposición a los funcionarios de la Corona, fue importante para la Independencia, pues quebró la unidad de mando del imperio español en América. El dominio de los españoles no se fundaba en el mantenimiento de un ejército de invasión, sino en la lealtad de los descendientes de españoles que conformaban la élite social y económica de los virreinatos.
El malestar de esta élite que, para nuestro caso comenzó en Quito en agosto de 1809, siguió en Tuluá en septiembre de 1809 (aquí no fue la élite sino dos humildes afrodescendientes), continuó en Funes (Nariño) y Tumaco, luego pasó a Cartagena en junio de 1810, Cali el 3 de julio, El Socorro poco después, hasta llegar a Santa Fe el 20 de julio, tomó la forma de movimientos autonomistas, en los que ni se declaró, ni se pensaba en declarar Independencia alguna.
Me alegra el acuerdo sobre esta materia, así haya muchas otras cosas de nuestra historia por revisar. Ya habrá oportunidad de hacerlo.

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