jueves, 30 de mayo de 2013

Las líneas de La Habana . Por Julio Cesar Londoño / La ley de tierras y la paz. Por FABIO MARTÍNEZ / ¿Lo de Cuba, victorioso? De Poncho Rentería

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Las líneas de La Habana

La Plana . Por Julio Cesar Londoño

Julio Cesar Londoño

Se cerró a los trancazos el primer punto de las discusiones de La Habana. Hubo que hacerlo así para darle un aire a las negociaciones y tranquilizar un poco a los escépticos, ese vasto sector de la opinión que no da un peso por el éxito de las conversaciones y que se divide en tres grupos: gente de izquierda que no cree en la buena voluntad de un establecimiento vil y raponero; población de centro que desconfía de los bárbaros de la guerrilla; y la ultraderecha (uribismo, ganaderos, excontratistas, un sector de las FFAA), que se camufla entre los escépticos para torpedear el proceso, debilitar al comunista-terrorista-chavista-alqaedista Juan Manuel Santos y recuperar el poder.
‘Catatumbo’ dice que el punto del campo no está cerrado; quedaron unos “pendientes” porque el gobierno tiene “una línea roja” en el punto (algo como los “inamovibles” de Uribe): la propiedad privada. Las Farc dicen que la concentración de la tierra es una de las causas centrales del conflicto y comparan, por vía de ejemplo, la miseria de zonas de latifundio crónico, como el Cauca o el norte de Antioquia, con la sostenibilidad alimentaria de un departamento de aparceros como Nariño. Critican el hecho de que los ganaderos ocupen 38 millones de hectáreas (17 veces la extensión del Valle del Cauca) cuando podrían obtener la misma producción en la mitad de la tierra y dedicar la otra mitad a la producción de alimentos. El gobierno se mantiene en sus trece: siempre que las tierras hayan sido bien habidas, el latifundio será respetado.
La guerrilla también tiene sus “líneas”. Una es el tiempo. Su ralentizado tiempo. Otra es las Reservas Campesinas: pide la legalización de las 9,5 millones de hectáreas que los campesinos le han ganado a la selva en la frontera agrícola: San Vicente del Caguán, la zona de la Uribe, El Pato. El gobierno sólo reconoce 3,5 millones de hectáreas -“una miseria” desde el ángulo de las Farc. “Medio país” para los observadores de la otra orilla.
También hay líneas rojas de parte y parte en el tema de la restitución de tierras. Las Farc piden que se restituyan los ocho millones de hectáreas que, según la Contraloría, han sido expropiadas por la fuerza en Colombia en los últimos veinte años. El gobierno ofrece una cifra pobre pero realista: dos millones de hectáreas. Sabe que no será fácil arrebatarles esas tierras a sus propietarios actuales, esos esforzados hombres que tanto sudor y sangre ajena han invertido en ellas y que las defenderán con sus ejércitos de lavaperros, “manzanas podridas”, bacrimes y notarios.
El punto dos, la participación política de las Farc, es mucho más sencillo que el problema del campo… pero está atravesado, amén de los intereses rastreros de la oposición, por viejos odios, hondas “líneas” de ira. ¿Cómo pedirles a sus víctimas que aprueben que un archisecuestrador como ‘Catatumbo’ no pague ni un día de cárcel? ¿Cómo pedirles a los militares, mientras tanto, que acepten con resignación sus duras condenas? ¿Cómo pedirles a los jefes de una guerrilla que no ha sido derrotada, que se esposen y se encierren ellos mismos en las celdas de un régimen tan torcido como ellos?
La impunidad es un sapo difícil de tragar, sin duda, pero la guerra es mucho más amarga, cruel y costosa, sin ser propiamente el reino de la justicia.

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La ley de tierras y la paz

Por: FABIO MARTÍNEZ
 

En medio del frente frío que nos visita, el fin de semana pasado los colombianos despertamos con una excelente noticia: la mesa de negociación en La Habana entre el Gobierno Nacional y las Farc acaba de firmar el primer punto de la agenda sobre el tema agrario.
Sin demeritar el peso que tienen los otros puntos de la hoja de ruta, este quizás era el más complejo, debido a que la violencia política del país ha estado estrechamente ligada al problema de la tierra.
Al escuchar la noticia, no pude dejar de recordar la famosa ley de tierras (Ley 200 de 1936) que impulsó el presidente Alfonso López Pumarejo, y que planteaba la necesidad de otorgarles la tierra a los campesinos, así como la de facilitarles los recursos necesarios con el objetivo de elevar sus condiciones de vida y equilibrar las distancias odiosas que siempre han existido entre el campo y la ciudad. A esta ley se opusieron los terratenientes conservadores y liberales de la época, lo que generó en el país un estado de violencia permanente que aún no termina.
La ley de tierras de López Pumarejo, así como el paquete de leyes –entre las que figuraban la educación gratuita y obligatoria para los niños, el derecho de los trabajadores a sindicalizarse, la reforma y autonomía universitaria y la ciudadanía a la mujer, periodo que se conoce como la Revolución en marcha–, era una ley reformista, que respetaba la propiedad privada de los terratenientes, dándole oportunidad al campesino pobre para que hiciera parte activa del proceso de modernización del país.
Esta reforma, que la hicieron desde el siglo antepasado países como Estados Unidos, Alemania, Francia e Inglaterra, en Colombia y América Latina, infortunadamente, se frustró, lo cual trajo como consecuencias la profundización del latifundio, el monopolio de la ganadería sobre la producción de alimentos, la explotación sin control del suelo y el subsuelo, la apropiación de la tierra en manos ‘non sanctas’, la venta indiscriminada de tierra a manos extranjeras y, por lo tanto, el despojo y pauperización del campesinado.
Si la ley de tierras de 1936 se hubiera aplicado a fondo en el país y no hubiera tenido la oposición cerril de la Asociación Patriótica Económica Nacional (Apen), liderada por los Uribe Vélez, los Lafaurie y los Ordóñez de la época, el país se hubiera ahorrado setenta años de violencia, un millón de muertos y por lo menos diez millones de víctimas.
El acuerdo sobre el primer punto de la Agenda de La Habana es histórico, y con seguridad abrirá el camino para que los otros cuatro temas de la hoja de ruta se diluciden con sabiduría e inteligencia, en aras de que Colombia se modernice y pueda ser en el siglo XXI un país en paz y con futuro.
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¿Lo de Cuba, victorioso?

De Poncho Rentería


Poncho Renteria

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Del acuerdo Farc- Gobierno repito lo dicho por  José Félix Lafourie, vocero de los ganaderos: “Mucho ruido y pocas nueces”. Si lo firmado entre Farc y Gobierno abarata los alimentos, bienvenido. Si le garantiza un vivir decente al sufrido campesino mucho mejor porque ha sido mal pagado y ninguneado. Haciendas millonarias que sólo dan trabajo a cinco vaqueros que ganan el mínimo y viven en ranchos que dan pena.
Hay júbilo en el santismo por lo firmado en Cuba entre don ‘Pablo Catatumbo’ por las Farc y Humberto De La Calle, más los generales Mora y Naranjo. Ahora viene lo difícil: perdón total a las Farc y darles curules, emisoras, espacios televisivos, autos blindados, derechos políticos, etc. Lo exigen las Farc y toca darlo. Y lo aclaro: nunca he tenido una hectárea de tierra y como allí florecen los bichos y ‘yaibíes’, veo que nunca la tendré. De agricultura sólo conozco las ensaladas que consumo. Las pido con zanahoria, berros, apio, brócoli, lechugas, tomate, vinagre y aceite de oliva. Desde Cuba le dieron oxígeno al Gobierno, lo necesitaba. 
Juan Manuel Santos es economista. Experto en comercio exterior, hacienda pública y asuntos castrenses. Tiene un pero y es que nunca ha sido agricultor, ni siquiera dueño de finca sabanera. Por eso oye a los expertos. Su ministro Juan Camilo Restrepo apoyó lo firmado en Cuba y no es godo izquierdizado para ganarse sonrisas de ‘mamertos’.
El serio presidente Carlos Lleras desató las iras de los terratenientes cuando planteó con  Carlos Villamil Chaux hacer una Reforma Agraria. Los sabotearon a fondo. Los reaccionarios senadores liberales costeños la despedazaron, los conservadores Raimundo Emiliani, Cornelio Reyes, Alfredo Araújo y Cía., se fajaron hasta derrotarla. Hoy, bajo la amenaza de los fusiles ‘farcos’  toca revivir lo que le sepultaron al progresista Carlos Lleras Restrepo y a su valiente director del Incora, Carlos Villamil. El futuro se juega en Cuba y Santos su reelección. La bolita sigue rodando e impuestos seguimos pagando.
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Carta a Luis Carlos Sarmiento AnguloBogotá D.C., Mayo 23 de 2013

Señor Luis Carlos Sarmiento Angulo. Presidente Holding Grupo Aval Acciones y Valores S.A. .. La ciudad

Asunto: solicitud de devolución de tierras y recursos de los colombianos

Wilson Neber Arias Castillo 
Representante a la Cámara, Valle del Cauca 
Polo Democrático Alternativo
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